Éramos pobres, no
pobres extremos, pero si pobres.
Teníamos techo, alquilado,
teníamos abrigo y casi nunca falto la comida, pero ser laburante a fines de los
70 principios de los 80 era estar condenado a subsistir.
La famosa teoría
del derrame es solo eso, una teoría, la acumulación de la riqueza por parte de
las clases dominantes no tenía freno, era, y sigue siendo, una adicción.
Cuando aparecía
alguna changa, o se habilitaban horas extras en el empleo, se podía generar un ingreso
extra, y ahí darse algún lujo, jamás unas vacaciones, ni sueñen con un auto, el
lujo consistía en ir a comer pizza un sábado a la noche, ponerse la mejor
pilcha y salir.
De todas formas
nunca pudieron robarnos la alegría, tampoco pudieron quitarnos los sueños, a
muchos les robaron familiares, a otros lo más preciado, la vida, pero a pesar
de tanta presión no lo lograron.
Mi primer
recuerdo del peronismo viene de aquellos días, cuando algún sábado a la mañana
mi viejo me despertaba temprano y me decía “Vamos a Capital”, tomábamos el tren
en la Estación Quilmes, luego el subte hasta Lavalle y ahí el compraba algún
elemento para su hobbie de la época, el aeromodelismo, y a mí un auto de
colección, que luego cuidaba como un tesoro.
Al volver,
comíamos de parado un porción de pizza con una Coca en Constitución y tomábamos
el tren para regresar a casa. Mi viejo con orgullo me decía “Ves estos trenes,
los trajo Perón hace como 30 años”
Hoy leo que en
junio van a reemplazar los trenes de la línea Roca, y no dejo de recordar esos
días, Dios no permita que mi hija en 30 años le diga a mi nieta “Ves estos
trenes, los trajo Cristina”.