Emulando al Abierto de Estados Unidos, estábamos jugando al Tenis, a finales de Diciembre,
sobre superficie dura, la calle Magallanes.
El calor era asfixiante,
pero ahí nos encontrábamos, estoicos, dándole duro a las paletas, de raquetas
ni hablar.
En eso llega un amigo,
Daniel, cuya tía tenía una franquicia de Cerveza Quilmes, y vaya a saber porque
gracia del destino, tenía 5 entradas para La Casona de Lanus, que, para cerrar el año, llevaba
a dos de las mejores bandas del momento, Soda Stereo y Virus.
Había muy poco tiempo
para cambiarse y salir corriendo a la discoteca, era domingo y los domingos
eran de matinée.
Y allá fuimos, en el
viejo 281, que nos dejaba en la estación Lanus, a solo metros del evento.
Lo que vino después fue increíble,
ver a dos de los mejores exponentes del rock nacional en su esplendor, haber
estado allí esa noche, creo que es algo que jamás olvidaremos. Soda acababa de
editar Signos, uno de sus mejores vinilos.
Al año siguiente La Disco volvió a cerrar el año
con las mismas bandas, solo que cambió el orden, y Soda cerró en lugar de abrir
el show.
Recuerdo muchos recitales
de Soda a los que asistí, tanto en boliches como en teatros y más luego en
estadios, estuve aquella mágica noche del ya mítico “Gracias Totales” el 20 de
septiembre de 1997.
La obra de Gustavo decoró
mis días, desde lo menos masivo como sus experiencias electrónicas con Plan V
hasta, lo que es para mi, su mejor trabajo junto a Soda “Canción Animal”.
Perfeccionista,
sofisticado, detallista, dueño de un sonido innovador se va uno de los mejores
llevándose un pedazo de nuestra juventud.
Nunca conoceremos que
melodía te mantuvo bloqueado por más de cuatro años, pero estoy seguro que
dando vueltas por el universo, nos viste que llorábamos, nos viste que llorábamos
por vos.
Hasta luego maestro.
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